junio 2022

Instituto de Oncología Dr. Ángel Roffo

Entrevista a Roxana del Águila, directora del instituto y el Dr. Adalberto Rodriguez , director del área técnica
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El instituto de Oncología Dr. Ángel H. Roffo se sitúa en el barrio de Villa Del Parque. Fue el primer hospital especializado en esa área en todo el continente. A partir de sus comienzos hace 100 años fue testigo de la evolución de la comunidad a su alrededor. Sus fundadores, el Dr. Ángel Roffo y Helena Larroque de Roffo lucharon en pos de la inclusión, y fue a través de su trabajo incansable que se impulsaron grandes avances promoviendo este desarrollo.

Haciéndonos eco de semejante trayectoria, en 2019 nos comunicamos con autoridades del Instituto para donar equipamiento y luego colaboramos con la renovación de su fachada, incluyendo la pintura de rejas, ladrillos y columnas. Ahora, nos reunimos con su directora, la Dra. Roxana del Águila, y con el director del área técnica, el Dr. Adalberto Rodriguez para que fueran ellos quienes nos contaran sus vivencias en un entorno en constante movimiento.

Hospital Roffo

¿Qué tareas se desarrollan actualmente en el instituto?

Dra. del Águila : El Instituto, es bueno decirlo, este año cumple los 100 años de existencia. Fue creado como Instituto Experimental de Oncología, con ese nombre y desde sus comienzos se dedicó a la investigación del cáncer y a la atención de pacientes oncológicos. Con el tiempo esa tarea cambió, y hoy día nos dedicamos, además, a la docencia -tanto de pregrado como postgrado- y a la investigación, esto sigue igual.

¿Cómo describiría el vínculo que se forma entre el profesional y sus pacientes?

Dra. del Águila: Este es un hospital muy especial, porque es un lugar donde los pacientes, a diferencia de otros momentos, son crónicos. Con lo cual, por ejemplo, yo hace 42 años que estoy, y a algunos al día de hoy los sigo viendo. O sea, se crea un vínculo “familiar” y de afecto, que tal vez no exista en otros lugares.

Además, nosotros tenemos una historia clínica única, que sirve para todas las especialidades. Cada paciente va rondando por cada una de ellas, más tarde o más temprano. Siempre dentro del instituto.

Entendiendo que el hospital es reconocido por su especialización y trayectoria, ¿Pueden afirmar que es un hospital público y gratuito?

Dr. Rodriguez: En realidad el Roffo es un hospital público, pero no es gratuito. Nuestro sistema se denomina Hospital de Autogestión. Aquí pueden concurrir todas las personas que quieran. En el año de la plena pandemia hemos visto a 30 mil pacientes, y el año pasado fueron 100 mil. Ahora, cada semestre se informa a cuántas personas estuvimos atendiendo, entonces sabemos que volvieron a aumentar.

Autogestión, quiere decir que podemos dialogar con diferentes obras sociales, como PAMI, o municipios como lo hacemos, para que se le cubra el tratamiento a los pacientes, pero, por el otro lado, también atendemos a particulares y personas carenciadas. La ventaja que tenemos en este instituto es que, al tener acceso a protocolos de investigación, muchas veces los pacientes que no pueden o no tienen una obra social, tienen acceso a ingresar a éstos. Obviamente, no significa que se esté experimentando con ellos. Son protocolos que han sido probados, algunos ya están prácticamente terminados o en la última etapa.

Además, recibimos consultas de segunda opinión. Son sujetos que tal vez ya están en tratamientos, o que pueden seguir siendo tratados en otros lados.

Muchas personas que llegan al instituto vienen del interior, es decir, no es un hospital vecinal. Tenemos pacientes de Villa del Parque y alrededores, pero también de otras provincias, o del Gran Buenos Aires.

Hospital Roffo

Durante la pandemia se ha observado una disminución considerable de pacientes atendidos. ¿Cómo funcionó el instituto durante este período? ¿Cómo fue reconectar con ellos una vez calmada la situación epidemiológica?

Dra. del Águila: Bueno, como en tantos otros lugares, durante la pandemia nosotros tuvimos menos pacientes, porque ellos, por una cuestión de cuidado, no venían. Tratábamos de mantener una comunicación constante. Algunos servicios lo hacían por teléfono, por mail, o incluso por videollamada. El problema es que muchos de ellos son del interior, por lo que se nos dificultaba que vinieran. Aún quienes venían del Gran Buenos Aires en un primer momento no podían llegar aquí si no tenían el permiso y todo lo demás, lo cual retrasó un poco los tratamientos, lamentablemente.

Como comenté, después de que pasó la pandemia pasamos a atender a 100 mil personas, es decir, la gente comenzó a venir y hay mucha diferencia. Esto se debió, por un lado a las dificultades del traslado, y por el otro al miedo generalizado al contagio.

Con quienes ya eran pacientes desde hace años fue más fácil la reconexión, porque les pedíamos que no dejaran el tratamiento.

Si bien en el instituto vimos a afectados con COVID, no tuvimos la afluencia que tienen otros hospitales por una cuestión de que nosotros atendimos exclusivamente a pacientes oncológicos de COVID. El problema es que hay que hacerles un seguimiento y no fue fácil, ya que no podían hacerse los estudios y todo lo demás, pero poco a poco se fue recuperando la unión.

Uds. son protagonistas del desarrollo de la zona y teniendo 100 años aquí tienen una perspectiva privilegiada ¿Cómo evalúan la evolución del barrio y los alrededores en el último tiempo?

Dra. del Águila: Según los relatos de la trayectoria de 100 años del instituto, al principio nadie quería que el mismo se colocara acá, esto era las afueras de Buenos Aires en ese momento. Se creía que el cáncer era una enfermedad contagiosa. Aún incluso me acuerdo que cuando era chica, mi mamá pasaba y miraba para otro lado, porque había pacientes con cáncer de cabeza y cuello a los que les extraían la mandíbula, estaban todos tapados, y era como una especie de tabú.

Nosotros disponemos de una escuela de nurses y ellas mismas no podían contar que vivían acá porque sino nadie quería socializar con ellas. Hoy en día nos parece ilógico, pero cuando yo recién entré al hospital, en el año 1981, el barrio no estaba todavía tan desarrollado y por eso mismo, mucha gente no quería ni caminar por las veredas del hospital. Era más como un páramo, había un bar enfrente muy sencillo, y no había ni siquiera edificios.

Con el advenimiento del Metrobús se adelantó mucho, porque el viaje se hizo más sencillo y se acortaron los tiempos, tanto para los pacientes como para los médicos. Porque muchos de ellos vienen de zona oeste, como San Martín, Caseros, etc.

Dr. Rodriguez: Yo hace 28 años que estoy y coincido que cambió mucho la perspectiva de lo que es el cáncer, pero sigue siendo como un tabú. Hoy en día aún sigue habiendo secretismo alrededor del tema. En cuanto al barrio, considero que el desarrollo se dio en los últimos 15 años. Mayoritariamente recibimos pacientes por consultas de zona oeste y sur. Prácticamente, el 80% son del Gran Buenos Aires. Nosotros contamos con un servicio de oncología que envuelve un todo: hospital de día, quimioterapia, radioterapia y cirugía. La mayoría somos oncólogos, pero a su vez, está dividido en: gastroenterología, neurología, ginecología. Nuestro tratamiento es multidisciplinario.

¿Qué les parece que se podría hacer en CABA, a nivel de ayuda colectiva y que pudiera generar un cambio? ¿Qué déficit encuentran a nivel salud?

Dra. del Águila: A nivel salud siempre algo va a faltar, porque obviamente siempre hay necesidades de todo tipo. Pero nosotros, a pesar de todo lo que hemos pasado, nos seguimos manteniendo dentro de los estándares que hoy uno puede esperar para este país. La gente sigue trabajando, se hacen protocolos de investigación, es decir, el instituto cuenta con muchas herramientas.

Creo que en este punto la prioridad es, primero, seguir las enseñanzas de Roffo, no dejar nuestras tradiciones; y tratar de que el hospital recupere varios aspectos: la parte edilicia, por ejemplo, todo con esfuerzo.

La parte académica, incluso, porque recibimos rotaciones para todas las especialidades. Sobre todo hematología, dermatología, e incluso, cirugía.

Hace muchos años atrás, los pacientes con cáncer tenían pocas posibilidades. Hoy hay nuevas drogas, unas se llaman Target porque van al blanco, y otras, de inmunología, donde se logran tratar las metástasis. No podemos decir curar, por eso se cronifica la enfermedad. Obviamente, siempre y cuando se trate a tiempo.

Y otra de las cosas que nosotros tratamos de hacer desde el instituto es la prevención. A veces vamos a los colegios, en una época, incluso para las jornadas, se daban clases. Pero con la pandemia muchas de estas actividades se fueron acortando.

Dr. Rodriguez: La parte académica mejoró muchísimo. Acá tenemos docencia también. Es decir, es un instituto que se dedica a la investigación, a la docencia y a lo asistencial. Son tres pilares que no queremos perder, seguimos adelante, apostando a lo que venimos haciendo.

La gran revolución ahora sería curar el Cáncer, pero, si bien aún no se logra esto, la sobrevida se alargó. Se ha triplicado la esperanza y con una mejor calidad. Los tratamientos terminan siendo personalizados, por eso hablamos de tratamientos Target, se trata puntualmente a determinado punto de la célula.

Hospital Roffo

Consideraciones finales y agradecimientos.

Dra. del Águila: Obviamente, tenemos que agradecer a la empresa Nocito por su aporte, porque para nosotros fue muy importante. Esas rejas no se pintaban, creo que desde que se inauguró el hospital. La verdad que para nosotros fue una ayuda muy importante porque no es tan fácil cumplir con todo. A veces hay que poner prioridades. Si bien es un hecho que la estética del hospital también debiera ser una prioridad, porque para los pacientes es mucho más cálido si están en un lugar arreglado, que en un lugar derruido, por eso lo agradecemos muchísimo. Ojalá mucha gente colaborara de esa forma, que sea un ejemplo.

Como consideraciones finales, queremos volver a agradecer, volver a recordar que hace 100 años que estamos acá, y poner en relevancia la figura de Roffo, que fue el creador de este instituto, y no es tan recordado hoy día por la gente, siendo uno de los primeros que llamó la atención sobre la relación entre fumar y el cáncer de pulmón, e incluso en la relación entre la exposición al sol y el cáncer de piel. De alguna manera, fue una persona olvidada. Tres veces estuvo por ganar el Premio Nobel, y no se le fue otorgado.
A la otra persona a la que también hay que recordar es a Helena Larroque de Roffo, que sin ella no lo hubieran podido hacer. Helena, se encargaba de toda la parte social, fue la que llevó a cabo todas las reuniones vecinales, hacían conciertos acá en el hospital para que la gente viniera y vieran que no había razón para temer. Lo mismo en lo académico. Por eso en la entrada está la estatua de ella

¿Algún otro comentario, o aspecto en el que podamos ayudarlos?

Dra. del Águila: A veces las ayudas son difíciles de pedir porque tenemos prioridades. El hecho de que hayan pintado las rejas, para nosotros es una ayuda porque a veces uno tiene que poner en la balanza qué es más necesario y, obviamente que en vez de gastar en pintar las rejas, vamos a gastarlo en un arreglo, o en comprar otra heladera para la cocina, por decir cosas que son mínimas pero que van sumando.

Por eso es bienvenido cuando alguien hace algo así. Por ejemplo, ahora estamos tratando de poder arreglar la capilla. Porque tiene un órgano que cuando se inauguró, en la década del 30’, lo teníamos sólo aquí y en el Teatro Colón. Al ser un órgano especial, el arreglo hoy está alrededor de los 10 mil dólares. También averiguamos cómo arreglar los vitraux, tratamos de buscar lugares que se dediquen a eso. Uno quisiera hacerlo todo, pero no es tan fácil.

Dr. Rodriguez: Nosotros trabajamos con prioridades, por ejemplo: insumos y justamente en el contexto de la autogestión, el Roffo hace su propia compra de éstos.

Desde Nocito, sentimos un enorme orgullo de formar parte de la trayectoria del Roffo, aportando nuestro granito de arena y generando un impacto positivo, esperando que la nuestra sea la primera de muchas contribuciones enfocadas en un ícono tan valioso para la comunidad.

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